Todo transcurría con cierta normalidad en el Vicente Calderón hasta que, por arte de magia, el Atlético de Madrid decidió ponerse el pijama antes de empezar con el postre. Mala decisión con un invitado como Las Palmas, que le remontó un partido que ya tenía hecho y se quedó a un solo gol de dejarle fuera de la Copa del Rey. Los de Simeone están en cuartos de final pero, una vez más, se han topado con la recurrente y dura certeza: salirse del ‘partido a partido’ es una temeridad.
El 0-2 de la ida en el Estadio de Gran Canaria daba el claro favoritismo al Atlético, que se tomó el partido de vuelta con cierta parsimonia. Descansaron Savic, Filipe y Gabi, y al equipo le costó un mundo entrar en el choque. Las Palmas, al igual que hace una semana, fue fiel a su idea: dar oportunidades a otros jugadores y no renunciar jamás al balón. No se encontró, ni por asomo, la asfixiante presión que le hizo claudicar el pasado martes, pero las primeras ocasiones fueron rojiblancas.
Un par de centros por la banda de Juanfran (de nuevo como extremo) provocaron la intervención de Raúl Lizoain, pero el verdadero peligro estuvo en las botas de Griezmann, que tras llegar al balcón del área tiró con potencia a las manos del meta, que despejó con apuros. El galo, recién llegado de Zúrich y la gala de ‘The Best’, tuvo el gol en otro disparo que esta vez se le fue demasiado alto tras una acción de Gaitán, voluntarioso y activo.
Había pasado media hora de juego y Las Palmas decidió mostrar los colmillos. Livaja enganchó con la testa un centro de Michel y Moyá evitó el 0-1 con una gran parada de reflejos. Casi igual de claro lo tuvo Tana, que después de quebrar a su par y hacer la diagonal quiso buscar el ángulo perfecto y envió el esférico fuera por muy poco al segundo palo. Fueron dos dentelladas que sirvieron para hacer retroceder al Atlético antes del descanso.
A la salida del túnel de vestuarios, y con Gabi en el campo (Lucas se lesionó: sobrecarga), la respuesta local sí fue contundente. Una combinación de Vrsaljko con Gaitán acabó en un pase del argentino para que Griezmann rematase a gol y firmase el tercer partido seguido marcando.
La alegría duró poco. Livaja, en una acción en la que retrató a Godín y Giménez a partes iguales, se sacó de la manga un verdadero golazo. Un quiebro al ‘2’, otro al ’24’ y derechazo imparable para el 1-1. Para esto también tuvo respuesta el Atlético: Correa (que tuvo el gol el 46′ con un misil que taponó Lizoain) le robó el balón, la cartera y las llaves del coche a David García y la puso en el fondo de la red bajo las piernas del meta. Quedaban 30 minutos y nada hacía presagiar que el Atleti sufriría más temblores de los esperados.
El resultado a favor y el lento pasar de los minutos comenzaron a jugarle al Atleti una pesada digestión. Sin incidentes trascendentales fue cerrando los ojos…hasta que Livaja, en la primera acción clara de los canarios en la segunda mitad, empató el choque (minuto 88) con la inestimable colaboración de Mateo García, que se fue con facilidad de Juanfran en el control y le regaló la pelota al ariete para su doblete a puerta vacía.
El Atlético ni siquiera sintió el golpe, que fue a más cuando Mateo García hizo el 2-3 en el 92 al aprovecharse de la pasividad (o somnolencia) de la defensa local en un centro de Jonathan Viera, talento enjaulado en el banquillo hasta el tramo final.
Como en las pesadillas, el Atlético despertó justo antes de recibir el disparo letal, la puñalada dispuesta a acabar con su vida. Le salvó el despertador, el silbato de Sánchez Martínez. Pero ya está avisado: perder la concentración es sinónimo de muerte. Por suerte, podrá escribirlo cientos de veces en la pizarra mientras espera rival en cuartos.