Surcorea, entre la esperanza y la indiferencia previo a la cumbre del viern

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Los surcoreanos aguardan la celebración de la cumbre del viernes entre Seúl y Pyongyang con opiniones que oscilan entre la esperanza y el recelo, mientras que los más jóvenes muestran una marcada indiferencia ante este evento histórico.

Estas son las opiniones predominantes en las calles de una capital surcoreana en la que la vida discurría hoy con total normalidad a sólo unos 45 kilómetros de la frontera con el Norte, donde se ultiman los preparativos para la primera reunión en once años entre mandatarios de estos países separados por la guerra.

Creo que esto puede servir al menos para que Corea del Norte abandone la actitud tan agresiva que ha mostrado en los últimos años», dice a Efe Choi A-reum, una oficinista de 27 años, sobre la cumbre que celebrarán el dictador norcoreano, Kim Jong-un, y el presidente del Sur, Moon Jae-in.

Nam Ok-mi, una ama de casa de 57 años, confía en que la reunión sirva para alcanzar una «paz duradera» en la península, mientras que Lim Myeong-soon, de 80 años y también ama de casa, se muestra «muy esperanzada» ante el actual clima de distensión, aunque no cree que «se vayan a conseguir demasiadas cosas» en el encuentro del viernes.

Muchos surcoreanos se muestran escépticos sobre las posibilidad de que la cumbre depare compromisos o acciones concretas hacia la desnuclearización del Norte, como Park Ji-yong, un desempleado que afirma que Pyongyang ha accedido a dialogar «sólo porque está sometida a demasiada presión» de la comunidad internacional.

Corea del Norte tiene dos caras, por un lado dice lo que otros países quieren oír y por otro hace lo que más le interesa», apunta Park, quien también afirma que «la historia se repite», en alusión a las dos anteriores cumbres intercoreanas que se saldaron con acuerdos incumplidos para el diálogo y la desnuclearización.

Es una cumbre peligrosa», considera en el mismo sentido Kim Ho-jin, trabajador de una agencia gubernamental, quien señala no obstante que la reunión supone «el primer paso entre los muchos» que serán necesarios para poner fin a la tensión y a la división entre ambos países.

Este funcionario admite que «no era muy partidario» del presidente Moon cuando este llegó al poder hace casi un año, aunque afirma que ahora «apoya totalmente» al político liberal y su estrategia de acercamiento al Norte, como la amplia mayoría de los surcoreanos.

Mientras que un 70 por ciento apoya la celebración de la cumbre, el 46 por ciento manifiesta desconfiar de las verdaderas intenciones del Norte, según una encuesta realizada a mediados de marzo por la empresa local de sondeos RealMeter.

El proceso de deshielo entre las dos Coreas impulsado por Moon también ha suscitado críticas entre los partidos de la oposición y ha sido objeto de sucesivas manifestaciones de grupos ultraconservadores, como la organizada hoy frente a la sede de la radiotelevisión pública en Seúl.

El pulso de la ciudadanía de cara a la cumbre también diverge entre diferentes generaciones: la de unos jóvenes criados en un escenario de bonanza económica y sin lazos familiares con el Norte, y la surcoreanos de edad más avanzada que vivieron la separación causada por la guerra civil.

La gente de mi edad aún tiene padres o abuelos que vinieron del Norte o familiares atrapados al otro lado de la frontera a los que nunca han podido volver a ver», estima el antes citado Kim, de 45 años, quien añade que los más jóvenes «ya no saben nada de nuestra historia».

Kim Chan-yang, un actor de teatro de 27 años, ni siquiera sabe que se va a celebrar esta cumbre que ha despertado tanta expectación a nivel internacional, al igual que numerosos jóvenes consultados por Efe en Seúl.